sábado, 12 de enero de 2013

Porque no quiero que se pierda

Ayer, en mi clase de yoga, me puse a pensar en lo diferentes que habían sido estas navidades en comparación con todas las anteriores. Recordaba nuestros paseos por la calle Goya con las "ocas locas" y las risas que nos echábamos, muertas de frío, viendo a los monos pegarse trompazo tras trompazo en la pista de hielo de la plaza de Dalí. Y las horas y horas que nos tragamos de cola para pasar a la fábrica de los sueños, y lo bien que se portaron todos...

Incluso parecía que hasta las luces de Navidad sabían que ya no estabas, porque hasta la Castellana sólo tenía unas cuantas bombillas tristes, en lugar de ese derroche de cubos de colores que nos empeñábamos en ir a ver en los coches, por más que tuviéramos que aguantar un atascazo y las quejas de los niños.

Y de pronto me entró el pánico ¿y si se borraba este blog por no escribir en el desde hace tanto tiempo? Imposible, me niego a perder lo que habías escrito en el, la gracia que tenías cuando le dabas a la tecla y  tu toquecillo irónico -con su poquito de mala leche-...

Así que he decidido escribir en el de vez en cuando y contarte alguna cosa, aunque ahora tendría que llamarse "Maruja Desesperada". Desesperada porque ya no estás. Desesperada porque es muy injusto que te haya pasado a ti. Desesperada porque no vas a poder ver crecer a los "monos". Desesperada porque no consigo hacerme a la idea de no volver a verte, a escucharte, a reír contigo. Desesperada porque haya sido todo tan rápido. Desesperada por estos meses de dolor por todas partes. Desesperada porque no me puedo ni imaginar cómo debe ser la pena que deben estar pasando todos los que te quieren. Desesperada porque no te pude decir cuanto te quería, aunque creo que lo sabías. Desesperada por lo sola que me siento sin ti, aunque siempre estarás conmigo.

Te quiero

martes, 8 de noviembre de 2011

LLEGA LA NAVIDAD, TRALARÁ...

Increíble pero cierto: después de cinco meses sin entrar en el blog, aquí estoy de nuevo. No ha sido por falta de ganas, ha sido por falta de tiempo, pero esa es otra historia...
He decidido volver a darle a la tecla porque llega una de las épocas preferidas de las Marujas Estresadas: La Navidad. Sí, qué maravillosas semanas tenemos por delante: dejarte medio sueldo comprando comida el doble o el triple de cara de lo habitual para organizar esas fantásticas comidas y cenas de familia en las que no plantas el culo en la silla durante toda la noche, hueles a cordero asado que no hay quien te soporte, no pruebas bocado y tienes que ponerte el sonriplus como si fueras el Jocker de Batman porque ¡es Navidad!!!!
Por supuesto, también vamos a poder disfrutar de uno de nuestros pasatiempos favoritos: ir de compras. A comprar el regalo de los niños que ¡qué casualidad! está agotado en las veintisiete jugueterías que te pateas; a buscar el detallito para la suegra; otro para la cuñada (maldita la gracia de dejarte en ella el poco dinero que te queda...) y algo para el maromo, claro ¿Algo para ti...? Nooooooo, que no llega el presupuesto, a ver si el año que viene...
Y, mejor aún, compartiendo la experiencia con otros cientos de marujas con las mismas ganas que tu de estar ahí. Pisotones sin piedad; empujones por todas partes, que se te quedan los riñones al jerez, perfectos para ponerlos de cenar en nochebuena... Por no hablar de ese calor humano que te rodea, que parece que en vez de en un centro comercial estás en el metro en hora punta, todo abarrotado de gente peleándose por coger lo mismo que tu y aguantando colas kilométricas... ¡que alegría para el cuerpo!!!!!
Pues eso, que realmente empiezo a sentirme como

jueves, 16 de junio de 2011

Este finde me tocan los niños

Bueno, realmente es el que viene, pero ya llevo varios días dándole vueltas a cómo me voy a organizar, que comiditas les voy a hacer y a dónde les voy a llevar. Porque no es que esté separada ni divorciada (que también podría ser), sino que otra maruja y yo hemos ideado el sistema perfecto para poder disfrutar de la vida ¡de nuevo! aunque sea sólo por unas pocas horas.
Y no puede ser más sencillo: de vez en cuando, nos intercambiamos a los peques. Es decir, un fin de semana yo me quedo con los suyos y otro se queda ella con las mías. Un chollazo.
El tema surgió casi por casualidad. En navidades, yo me había cogido unos días para "cubrir" las vacaciones del cole y estaba con las peques en casa. La otra maruja estresada y su marido trabajaban y les dije que se trajeran a los niños, y para no hacerlos madrugar, que se quedaran a dormir el día anterior. Tengo que reconocer que, después de colgar el teléfono y organizar cómo lo íbamos a hacer, me entró el pánico ¡si no puedo con dos que va a ser de mi con cuatro, me voy a morir! Pero, sorpresa, se portaron de lujo: no dieron nada de guerra, estuvieron jugando todo el tiempo, comieron de maravilla... Parecía que no eran nuestros monstruos de siempre.
Poco después ocurrió al revés: fin de semana y yo con trabajo a tope. Hablamos y me dice que le lleve a las peques a jugar con los suyos, para que me cundiera más y no estuviera tan agobiada con ellas en casa encerradas. Se las llevé y hubo una primera innovación: V y yo salimos a cenar. Al restaurante de al lado, cierto, pero fue un descubrimiento, nos lo pasamos genial.
Poco a poco hemos ido más allá: dos noches en lugar de una, todo el fin de semana, desde el viernes a primera hora de la tarde hasta el domingo a última hora... ´
La última vez que me tocó estar libre fue la bomba: cenita romántica, concierto de Juan Perro, copas hasta altas horas de la madrugada (bueno, las 2, ya no tengo el cuerpo para más...) Y ahora le toca a ella disfrutar de la vida ¡y la verdad es que me hace mogollón de ilusión !!!!!!!

miércoles, 1 de junio de 2011

Mi héroe ya no me salva

Esta mañana, como siempre, estaba en el baño esperando a que se calentara el agua para ducharme mientras las neuronas empezaban a conectarse. Por fin alguna ha decidido ponerse en marcha y he visto ¡una araña! Enorme, de esas de jardín, patuda, pero de las de patas laaaargas y finitas... Y que debía estar dormida, porque no se movía.
El grito no se ha hecho esperar, claro. Pasaban los segundos... Los minutos... Y por allí no aparecía nadie, mientras yo seguía mirando fijamente al bicho. Claro, al rato ya he llamado ¡VVVVVV.....!!!!
Aparece mi maridín y le digo ¡una araña! y me suelta ¡ah, por eso gritabas!
Tócate los pies, me he quedado muerta matá ¡me oye gritar a las 7 de la mañana y se queda tan pancho! Qué tiempos aquellos cuando venía corriendo al menor gritito...
Estaba tan flipada que ni siquiera le he dicho nada cuando se ha liado a zapatillazos con el pobre bicho (por mucho miedo que me den, prefiero que las coja por una patita y la tire por la ventana pero que no la mate) y la ha tirado sin ceremonias por la taza.
Esto me ha recordado otro accidente arácnido de hace un par de veranos, cuando otra maruja estresada y yo habíamos alquilado un chalé a medias para pasar las vacaciones en la playa con toda la tropa.
Una mañana, mientras se preparaba el café, me puse a recoger la ropa que teníamos tendidas en el porche de la cocina y ¡horror! al sacudir una toalla, me saltó encima otra araña y se me metió dentro de la camiseta-pijama.
Los alaridos se oían en la playa; no dejaba de pegar botes por todo el jardín como una loca, mientras me daba manotazos y me sacudía la ropa. Y los demás, al borde de la apoplegía riéndose como condenados, mi querido marido el primero ¡les faltó grabarlo en vídeo!!!

lunes, 30 de mayo de 2011

¡Que tiempo tan feliz... la, la, la, la, lala...!




Leyendo la ultima entrada me ha venido a la cabeza una de nuestras supersupermegachachi salidas que hicimos con los niños. Los llevamos al circo y allí estábamos las dos, con nuestros respectivos y los niños viendo el espectáculo. Soporífero... Ya no es como antes que salían perritos, osos, tigres, elefantes... Hasta que al final, cuando ya casi estábamos a punto de entrar en coma, SALIO A ESCENA.... FOFITO. Madre mía, la locura desatada. "Hola D Pepito..." "Hola D Jose..." repetíamos a gritos las dos y los niños mirandonos como diciendo : "Que pena, se les ha ido la olla a las pobres". Estuvimos un buen rato cantando como posesas "Susanita tiene un ratón", "En el auto de papa" "Dale Ramon" "Pepe trae la escoba..." y Fofito haciendo bises y dejandose la piel allí. ¡Que emoción! Luego nos hicimos una foto con él y las dos más felices que un ocho. Pa lo que hemos quedao...

Que ha sido de nuestras juergas por Moncloa, los bajos de Orense y Aurrera, tomando finitos en "La Venta el Titi" y Leche de Pantera (litros y litros), con razón no me gusta la leche. En fin. Con que poquito nos conformamos. Que pringás...

viernes, 27 de mayo de 2011

Hoy es mi cumple

Y he decidido que estoy encantada con que lo sea. La verdad, soy muy petarda para estas cosas, y siempre me ha encantado que me tiren de las orejas, que me canten, que me achuchen... Las otras marujas estresadas lo saben, y las pobres hacen el esfuerzo no sólo de llamarme, sino de sacar el repertorio de canciones: desde la de los payasos de "Feliz, feliz en tu día", al típico "cumpleaños feliz" o nuevas versiones como "Ojalá que te pille un tranvía..." y similares.

Hasta hace dos años. Entonces entré en crisis, y decidí que lo de cumplir años ya no tenía maldita la gracia ¡qué narices, hay cifras que es mejor no nombrarlas...! Lo de los -taitantos tiene un punto al principio, pero luego... Por mucho que digan que los -enta son los nuevos -ta, quieras que no cuesta un poco hacerte a la idea...

Un ejemplo: uno de mis regalos de cumpleaños (bueno, realmente el único, pero ese es otro tema para otro día) fueron unas entradas para un concierto de Juan Perro. Entradas que, por cierto, tuve que comprar yo, que también es tema para otro post... Bueno, el caso es que el concierto ¡era en un teatro! En el Español, para más señas. Y el remate: en un palco. Tócate las narices. Que trauma. ¡Me sentía como las señoronas que van a ver a Raphael...!

Joder, si la última vez que le ví (prefiero no echar cuentas de los años...) fue en unas fiestas de San Isidro o similar, al aire libre, con una litrona en la mano, un cigarro en la otra, saltando como una loca y pintada como una mona. Igualita que ahora: con el tacón puesto, maquillaje discretito, el bolso en las rodillas (todo el mundo sabe que si lo dejas en el suelo se te va el dinero y no está el tema para tentar a la suerte...) cantando para dentro sin que se oyera mucho para no molestar al de al lado y aplaudiendo con corrección entre canción y canción.

Aunque debo reconocer que tiene sus ventajas: cuando dejaba de cantar bajito y me dedicaba a escucharle ¡se le oía! y no como pasa en Las Ventas o en el descampado del Vallehermoso donde plantaban la verbena de las fiestas del Carmen, que solo escuchas los berridos de la gente que te rodea y el zumzumzum de la batería que te rebota en las tripas...

¿Será que me estoy haciendo tana...? Por si acaso, he decidido esto: que me vuelve a encantar cumplir años, que estoy estupenda y que voy a disfrutar de lo que se me ponga por delante. Prueba: Me encanta decir los años que he cumplido. Se que las otras marujas me van a matar por lo que voy a hacer pero estoy dispuesta a asumir el riesgo: He cumplido 43. Uno detrás de otro. Con dos cojones (o mejor dicho, dos tetas colgonas, que se le va a hacer).

Y ya he avisado a V: para los 45, quiero una fiesta de cumpleaños sorpresa. Tiene dos años para prepararla, no se puede quejar. Eso sí, le dejo elegir: o fiestecilla o papeles del divorcio, lo que le resulte más apetecible. Y para los 50: VIAJE. Pero no uno cutre, no, uno bien lejos, bien caro y con pulserita ¡para bebérmelo tó! No sea que luego ya no me de tiempo...

domingo, 8 de mayo de 2011

Odio volar

O más bien debería decir que odio los aeropuertos. Más en concreto, los dichosos controlitos de seguridad de los viajeros. Como de vez en cuando tengo que hacer algún viaje de trabajo, me toca jugar al tetris con la maleta, porque me he puesto un reto personal: pasar los controles a la primera. Naranjas. Debo tener cara de terrorista loca, porque por una cosa o por otra, siempre me paran. Así que el día antes siempre la misma historia: a buscar el neceser transparente en el que encajar, no se como, el botecito del líquido de las lentillas, el desodorante, la colonia, la laca mini, el frasco de maquillaje... Imposible. Todo para fuera y a intentarlo de nuevo. Al final consigo encajarlo y cerrar la cremallera pero ¡sorpresa! me he olvidado un bote. Vuelta a empezar. Ya lo he apañado y cierro la maleta, increible pero cierto. ¿Qué ocurre? Que de tanto meter y sacar cosas del neceser y la maleta, raro es el día que no se me olvida algo, cuando no es el cepillo de dientes o el piene son las gafas (y como soy un topo, paso unos días muy divertidos intentando no romperme una pierna cuando me quito las lentillas en el hotel) o las medias de repuesto y luego me toca andar lavando y montando el tendedero de la forma más digna posible.
Y ya llega la hora de la verdad: a pasar por el arco. Bandeja para el abrigo, el bolso, el cinturón, el reloj, la pulserita... Otra para el portátil, que tengo que destripar y sacar todos los cables, para que no se quejen. La maleta, aparte; el billete y el DNI en la boca... Total, que acabo sepultada bajo tres o cuatro bandejas y arrastrando la maleta intentando no perder la dignidad. Llego a la cinta, lo pongo todo, paso por el aro ¡y pita! no puede ser, no llevo nada... Allá que viene la vigilante de turno, que empieza a pasarme el puñetero detector por todas partes. Y yo pita que te pitarás. A todo esto, mi maleta y las miles de bandejas, viviendo su propia vida al final de la cinta y la gente mirando con cara rara.
Ala, zapatos fuera por si acaso, vuelta a pasar por el control, vuelta a pitar, vuelta a intentar localizar mis cosas ¿alguien ha pensado que mientras estoy de un lado para otro me pueden estar robando el bolso o el ordenador...? Noooooo, ni les importa un pimiento, faltaría más. Al final me cachean delante de todo el mundo, y como no me piten los empastes, no encuentro otra explicación.
Segunda fase: a abrir el bolso o la maleta. A la ida, me importa menos, dentro de lo que cabe, pero a la vuelta me molesta un congo, porque menuda gracia me hace que todo el mundo vea mi ropa sucia. Yo creo que lo hacen para pasar el rato, porque debe ser un coñazo estar todo el rato mirando la pantallita de las narices, pero podían buscarse otro entretenimiento. ¡Pero la próxima, la paso a la primera, como que soy una maruja estresada!